Dedicado a su madre, nunca como ahora le perteneció más a la hija, estuvo más cerca de ella, más amorosamente unida a ella que en su ausencia. Ese tajo de lo insalvable da al poema singularidad valiosa, porque la propia lengua poética se ve atravesada por la herida de la ausencia y la paradoja de su transfiguración en permanencia. La vena, que irriga uniendo cerebela y carabela no solo transporta sangre compartida sino también el trasfondo científico, histórico y mítico que le sirve de base. En la relación entre cartografía, lugar y viaje, la madre se vuelve el triángulo en el que desembocan todas las líneas de fuga trazadas: es erosión y posibilidad, el roce (vivo) en el lenguaje (vivo).
MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ
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