Un libro que recupera y revitaliza la tradición de la mejor vanguardia humorística, a través de la paradoja de socavar todos y cada uno de sus principios, afirmándola nuevamente, por tanto, en la reivindicación de ese credo firme de no respetar la autoridad de credo alguno que aportó a su momento histórico. Un monumento a la risa cáustica, cínicamente desconsolada y, ante todo, infinitamente disfrutable a condición de que se esté dispuesto a someterse al peaje mínimo de una sola instrucción de uso: la comicidad de Manolo Marcos no admite la superioridad moral de su lector
Rafael Escobar