El ejército ha huido toma prestado el microcosmos de lo bélico para desenraizarlo de su inmediatez y otorgarle nuevos valores que lo aproximen hacia una conciencia existencial. Mediante un vaciado de contenidos, la voz poética siembra semillas en las palabras que normalmente están asociadas a la destrucción. En ese juego de suplantaciones, la escritura deja flotando las huellas de su propia huida.