
La lógica nos indica que el poeta y el lector son lo primero, y el editor viene después, porque a fin de cuentas el editor, los editores, no somos sino meros transmisores de la obra en esa cadena.
De ahí que nuestros libros vayan a ser ejemplares únicos y numerados, por la doble vertiente de cuidado al lector -en el sentido de que siempre tendrá un ejemplar único entre las manos- y al autor, porque no le cabrá duda nunca de en qué consiste la edición de su libro, de cuántos ejemplares consta…
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