Antes de desaparecer cava en esa cantera poética de la que nace lo minúsculo, la apertura hacia un mundo desapercibido, más allá de los pequeños derrumbes de la vida cotidiana: los escombros esparcidos en la llanura interminable en la que nos desvanecemos.
Hay un viaje adentro, no como repliegue ensimismado o nostalgia, sino como incursión en esa tierra todavía blanda, todavía blanca, que nos hermana. Esa tierra que desafía la gravedad desde una “infancia futura” ligada a la promesa de una mirada nueva.
Desplazándonos a aquellas regiones de lo real tan desapercibidas como inermes, la escritura de Laura Giordani vuelve sobre la ausencia, la violencia soterrada, el desarraigo, la inocencia arrebatada.
Cavando con las manos y rescatando lo perdido, las guardianas del tacto -zahoríes y sanadoras-, se precipitan para lavar las heridas y reparar el daño.
Escritura que urde resistencias con hebras rotas, con el testimonio de posibilidades arrasadas. Sólo desde ese trabajo de recomposición, invocar una palabra que abrigue del “credo de las pérdidas”. Quizás por eso, también plegaria que nos permita ensayar otra mirada y arriesgar otros pasos.
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